"Ya no hace frío como antes" ¿Quién no ha escuchado esta expresión una y otra vez? Quién sabe por qué extraña razón en nuestro entorno añoramos el frío y la nieve. Los témpanos colgando de los tejados de nuestra Asturias son un icono de nostalgia. Un recuerdo de otro tiempo. Una época en que la naturaleza imponía su ley, implacable, más si cabe para la vida en el campo donde mis antepasados labraron tierra y existencia.
El acopio de víveres era imprescindible para la familia un invierno tras otro. La hierba curada en la tenada sería administrada al ganado junto a la magalla (pieles secas) de la manzana, mientras que colgando de los gabitos de la panera, lucían esbeltas riestras de maíz, ajos y cebollas. Una alimentación natural complementada por les fabes, arbeyos, fabines pintes, patatas, etc...
Aún recuerdo aquellas manzanas esparcidas en el hórreo. Mi abuela las recogía en octubre. Yo la acompañaba a la pomarada donde escogíamos directamente de entre las ramas los frutos más grandes y sanos de las variedades más dulces, duras y resistentes.
En nuestra gran despensa de castaño (el hórreo) las manzanas cada vez más arrugadas por el paso del tiempo concentraban sus jugos, y exhalaban ese aroma. Un deleite para los sentidos. Una explosión de complejos volátiles que se colaban por la nariz para grabarse luego en el cerebro y formar parte de esa colección de recuerdos especiales que se disipan con el paso del tiempo.
Pero en 2003 sucedió algo extraordinario. En Colonia (Alemania). Allí conocí a un personaje curioso, artífice de una de las primeras sidras de hielo del mundo. Yo había catado un par de vinos de hielo tiempo atrás, pero mi primera sidra de hielo fue una sorpresa muy agradable. Y fue allí cuando lo recordé, ¡sí!, era ese mismo toque de manzana cuasipasificada. Un aroma concentrado de manzana, una fragancia tan emocionante, que despertó en mí la curiosidad y el propósito de no olvidar hacer algo similar.
Porque si en Asturias ya no tenemos el frío de antes, nunca en cualquier caso parecido al clima natural de Quebec (Canadá), sí tenemos algo que nos diferencia: Unas variedades de manzana, un clima y un terreno especiales. Una alineación perfecta de factores determinantes para que los manzanos nos den frutos de la más alta calidad, un potencial único al alcance de nuestras manos que ahora se plasma en un producto de lujo.
Así se gestó la sidra de hielo CORTINA,... "facta non verba""
Recomendamos su consumo en Aperitivo, Postre o como perfecto colofón de una comida – Consumir entorno a +4ºC. La sidra de hielo es perfecta como complemento a muchos alimentos. Al maridaje clásico con quesos o foie gras, podemos sumar cualquier postre que no sea excesivamente dulce. Las sidras de hielo del Cantábrico, de color dorado-ambarino, tienen un aroma intensamente afrutado y un sabor complejo, persistente, elegante,..., marcado por su acidez málica y el sutil dulzor natural. Una poción mágica con carácter único.